martes, 23 de agosto de 2016

La Tacita de Plata (O Cadi que dirían allí) 2ª parte.

Os lo advierto. En esta entrada sobre el segundo día en la provincia más meridional de la península, no tendrá muchas pistas para un viaje chulo (aún así, alguna hay) porque a veces, los viajes sirven para tirarse en la piscina, rascarse la barriga o comerse unos guisos de caza para quitarse el sombrero en un ambiente relajado, y, me atrevería a decir, familiar.



Porque de eso trató nuestro segundo día en Cádiz. De rascarla a dos manos. Y de vez en cuando...como apetece, oye.


Tras un "copioso" desayuno a base de tila y jamón cocido (si, yo estaba mal del estómago y había pasado la noche con fiebre), nuestra querida anfitriona Marta, nos llevó al campo, a Zahora, concretamente, pequeño pueblo muy cercano a lugares más conocidos como Barbate o Conil, y no muy alejado tampoco del famoso cabo Trafalgar.


Saliendo del Puerto de Santa María (de Valdelagrana, para ser más exactos), observé con curiosidad la churrería/pollería que se encuentra muy cercana al lugar donde nos hospedamos.


Y mi cerebro (probablemente aún afectado por la mala noche), comenzó a valorar si los churros tendrían sabor a pollo, o los pollos sabor a churro. Porque por la pinta del local, no parecía que el aceite lo cambiasen muy a menudo.


Media hora más tarde, llegábamos al campo, y yo sintiendo, por fin, que ya me encontraba mejor. Tenía sed. Y hambre. Pocos indicativos como éste para saber que uno está mejor.


Tras untarme en crema y parecer la versión hormonada de Iniesta, tocaba disfrutar de una agradable mañana/mediodía/tarde en la piscina.



Sufrir lo que es sufrir, no sufrimos mucho. Sol, risas, piscina, perros juguetones, y más risas.



Y la comida. Ayyy, la comida. Eso fue lo que me curó definitivamente. Guisos de venado y jabalí. Que delicia. Como digo, mano de santo para el estómago.
Por si acaso, eso sí, me tomé una Cruzcampo. No me pareció prudente beber cerveza todavía...xD


¿El resumen de la tarde? Pues aprovechando la frase de la canción de Sabina..."y después, ¿para qué mas detalles? Ya sabéis, copas, risas, excesos...¿Cómo van a caber tantos besos, en una canción?"


Vale, besos, besos, no hubo... Pero el masaje que me hizo Marcos de paso que me ponía la crema para el sol...en fin. Más erótico que cualquier beso. No tengo palabras para describir esa sensación.


Haceos cargo, 4 pivones y un calvo tomando el sol. Yo, de picaruelo, preguntando si alguien me podría echar la cremita.



¿Y quién contesta? Si, el calvo. Cara de decepción es poco.


Pero fue ponerme las manos encima...y derretirme. Para que veáis, queridos lectores, que el amor se encuentra en los lugares mas insospechados, jajajaja.


Fiona, Marta, Cris, Aurora...gracias por NO ofreceros ninguna a ponerme la crema. Estáis más buenas, si. Estoy de acuerdo. Y Marcos y Sergio también están de acuerdo...pero...ese masaje está al alcance de unos pocos elegidos.


Tras más risas, más chapuzones, y chistes variados sobre mi futuro matrimonio con Marcos (completamente interesado, por otra parte. Médico y buen masajeador...no hace falta decir más), se acercaba el anochecer.


Y nuestros guías decidieron que era buen momento para acercarnos a la playa de Zahora, con vistas al antes mencionado faro de Trafalgar, y donde los ingleses nos pegaron una buena paliza marítima a franceses y españoles, y tomarnos un mojito observando la puesta de sol.



Así que, en una playa preciosa, con una temperatura increíble, en unas bellas aguas y con la música del chiringuito Sajorami (muy recomendable el ambiente que hay allí)...pasamos un rato genial.


La verdad, me van cayendo mejor estos andaluces. Se lo saben montar (me vais a permitir la licencia) de puta madre.



Tras unos cuantos bailes y el mojito solucionando cualquier tara que pudiese quedar en mi estómago, tocaba volver a cenar, y sobre todo, disfrutar de un cielo estrellado en el cual, de tanto en cuanto, se podían observar estrellas fugaces.


Esa media hora más o menos de silencio compartido, tumbados mirando al cielo, cada uno perdido en sus propios pensamientos, pero al mismo tiempo, al lado de otras personas maravillosas, a las que quieres de hace mucho (o de hace poco, pero ya las quieres también en tu vida) fue, sin duda, uno de los mejores momentos del viaje.


A veces, hace falta parar un poquito, pensar, relajarse, vivir.



En el viaje de vuelta a casa, se respiraba paz. Se respiraba cariño. Se respiraba la inmejorable sensación de un día inolvidable.


Y al llegar a Valdelagrana, allí seguía la churrería abierta. Produciendo pollos como churros o churros como pollos. Inasequible al desaliento. Cumpliendo su función, como una metáfora de la vida.
Quizá los pollos y los churros no peguen en un mismo negocio, ni en un mismo aceite. Pero a veces, churros y pollos juntos, simplemente, funcionan. Igual que el norte y el sur. Igual que Francia y España. Igual que el mar y la piscina.


Igual que mis amigos. Y los vuestros.


Igual que este maravilloso mundo imperfecto en el que vivimos.


Igual que la vida misma.



martes, 9 de agosto de 2016

CADIZ (O Cai, que dirían allí). 1ª parte

Amigos, ya sabéis que soy como el Guadiana...aparezco y desaparezco...y hoy, tras largo tiempo vuelvo a aparecer (ohhh, diréis muchos cuando salga el aviso en vuestro muro de Facebook. Otra vez el ¨pesao¨ este.)


Han sido unos meses un poco raritos, con cambios de puesto de trabajo, y algún viajecillo (como éste que os voy a contar ahora), pero antes de nada, y aunque no sirva de mucho, quiero dedicarle una de las pocas cosas que se hacer bien a un compañero y sobre todo, amigo, que nos dejó de repente hace unos días.
Lucho, te dedicaría alguna de las técnicas de enfermería que tu tan bien hacías...pero sería como dedicarle una canción a John Lennon. Tu lo hubieras hecho mejor. Y con esa sonrisa tímida que tanto te caracterizaba.

Así que, te dedico esta entrada del blog. Si te apetece léela. Y si no, pues no. Pero hoy, y probablemente siempre, te tendré en mente. Escribiendo. Y pinchando, sondando o tomando cañas. Que eso, querido Lucho, se nos daba muy bien. Sobre todo lo último.


Hoy voy a hablar de Cádiz, lugar que tuve el privilegio de visitar hace un par de fines de semana, aprovechando el puente del día da Galiza.






Y lo mejor que puedo decir es que se me hizo corto. Muy corto. Y me muero de ganas de volver.


Para empezar, mis amigos y yo, tuvimos la suerte de tener una guía excepcional... Martita, mil gracias por invitarnos, y mil perdones porque nos volveremos a autoinvitar.


Tanto tú como tu gente (debería poner GENTE, así, en mayúsculas) nos hicisteis sentir en casa.


Pero como cualquier viaje del enfermero cultureta, tenía que ocurrir algo digno de contar en el blog. Y a fe que empezamos pronto.


Cuando estaba recogiendo a mis dos compañeros de viaje, nos llegó un mensaje de Vueling (devuelve la pasta, primer aviso) de que nuestro vuelo a Sevilla se retrasaba 4 horas.


Magnífico. Genial. Estupendo. Nos vamos un fin de semana, y nos perdemos las 4 primeras horas del mismo. ¿Las perdemos? De eso nada. Tras avisar a nuestros amigos que nos esperaban en Sevilla, y aprovechando que estaban en plenas fiestas del Burgo (pueblo que, como muchos sabréis, está pegado al aeropuerto de A Coruña), decidimos dar un paseo por las atracciones de feria. El mejor lugar del mundo para pasear. Reggaetón y música poligonera a 10.000 decibelios, tómbolas y juegos destinados a atracarte con una sonrisa, y atracciones sin (presuntamente) ninguna medida de seguridad.


El paraíso de cualquier persona.


Con la cabeza como un bombo y tras gastarnos 5 euros en intentar pescar minions en una máquina trucada (si Marta, intentamos llevarte un minion. Otro más.), llegó el momento del "highlight" de la tarde:


La colchoneta tobogán de Bob Esponja, donde el amigo feriante, con su acento "tombolero" indicaba lo siguiente:


"El tobogán con el que todos los niños sueñan. Entrar por la boca de Bob Esponja...y salir por detrás"






Prometo que no me lo invento. Añadiré que los niños de ahora tienen sueños muy raros, que harían a Sigmund Freud replantearse muchos de sus postulados.


Tras esta peculiar galería de los horrores, decidimos tomarnos un bocadillo y unos refrescos e irnos al aeropuerto.


Allí las noticias seguían siendo las mismas. 4 horas de retraso (Vueling, paga tus deudas, segundo aviso).
Tras cumplimentar la hojita de reclamaciones (indemnización al canto por retraso superior a 3 horas), nos dispusimos a morirnos del asco en el aeropuerto de A Coruña.


La tienda de libros y revistas cerrada, y nosotros indignados a mas no poder.


Finalmente, a las 00.30 horas, comenzamos el embarque. Destino a Sevilla...por fin.



Al aterrizar, allí nos estaban esperando Marta y Chema. A las 2.45 de la mañana. Gracias de verdad...otra vez.


De camino a Cadiz (a Valdelagrana para ser exactos), un poco de conversación, y un mucho de pegar cabezadas. Espero que el conductor no las diese...porque tras todo el día de tensión, me quedé K.O.


Tocó llegar, dormir con una sonrisa...y esperar a disfrutar de las maravillas de Cádiz al día siguiente, sábado 23 de Julio.


Nuestro primer día en la provincia mas al sur de la península, lo empleamos en visitar la capital. Tras un agradable desayuno, y atravesar el imponente puente de la Constitución (muy del estilo del Sunshine Skyline Bridge, de Tampa) primer bañito en las aguas gaditanas en la coqueta playa de la Caleta, junto al castillo de San Sebastián, una de las imágenes icónicas de la ciudad.






Como sabéis. Cádiz es la ciudad más antigua de Europa occidental, con más de 3100 años de historia, y es fácil perderse en sus calles centenarias y repletas de lugares de interés.


Pero antes de perdernos por sus calles, Sergio y yo decidimos perder la dignidad, despelotarnos, quedarnos solo con el bañador y guardar nuestros calzoncillos en un bolso de mujer (Fiona, gracias por conservar nuestras prendas íntimas, jajajaja), y de allí nos fuimos al agua.


Básicamente, la playa con nosotros era como meter dos conguitos de chocolate blanco en una bolsa de conguitos de chocolate. Parecíamos de Wisconsin y Idaho. Altos, guapos (ejem) y blancos, blancos. Diría más. Níveos.



Después de disfrutar de las tranquilas aguas de la Caleta, nos dirigimos hacia el centro, por las estrechas calles que uno se imagina cuando piensa en Cádiz.
Así llegamos al Mercado, con numerosos puestos de comida (incluso uno gallego con las ¿famosas? albóndigas de pulpo tan típicas de...bueno, que si lleva pulpo, es gallego, ¿vale?)


Eso si, había Estrella Galicia. La Cruzcampo es bebible, y con el calor que hace por ahí, más bebible aún...pero...amigos. Una Estrella fresquita en el mediodía andaluz, es como una lágrima de ángel caída sobre tu vaso. Un manjar. Maná venido del cielo.



Seguimos hacia la plaza Flores, donde, oh, sorpresa, hay un montón de flores, y junto a ella una de las típicas freidurías gaditanas, donde nos sentamos a comer.


El cazón riquísimo (eso si, repite un poquito), los chocos, espectaculares, la tortilla de camarón...manjar de dioses...pero sobre todo, me quedo con las "papas aliñás", patatas hechas de manera muy simple, con una salsa tipo vinagreta, y a veces acompañada de atún o melva.



Delicioso, y simple. Habrá que hacerlo por aquí.


Tras reposar un poco la comida, nos dirigimos por el casco antiguo de la ciudad (o sea, Cádiz-Cádiz) hacia la plaza del ayuntamiento y la Catedral, que destaca por su cúpula dorada que se atisba con facilidad desde casi cualquier punto de la capital andaluza.
Lo mejor que se puede decir del interior, tras haber estado en Notre Dame o en la catedral de Santiago es que se está fresquito.



En cambio, las vistas desde el campanario (tras recuperar el resuello) son incomparables, y hacen que uno no se arrepienta de haber echado el higadillo subiendo hasta allí.



Briconsejo: es recomendable no estar en lo alto de la torre cuando suenan las campanas si uno quiere seguir conservando los tímpanos.


Tras tomar un smoothie y un granizado (no recomendable hacerlo de penalti, porque puede ser mortal para el estómago...según me han contado), seguimos la visita por las catacumbas del Beaterio, en la calle Valverde.


Y es que Cádiz esconde múltiples secretos en sus profundidades, como Roma, y una de ellas son estas catacumbas que un tipo muy pedante llamado Eugenio Belgrano, ha puesto a diposición de todos los visitantes.
Este espeleólogo nos conto las historias de las criptas de una Iglesia situada en un hogar de beatas en pleno centro de Cádiz.


Por primera vez en vuestra vida oiréis hablar de la desamortización de Mendizábal fuera de la clase de Historia, y la verdad es que, pedantería al margen, Belgrano narra de manera interesante y con un discurso nada preparado (ironía: on) la historia de este sobrecogedor lugar.



Resumiendo, esta cripta fue durante muchos años, hogar de la logia masónica de Cádiz, y la verdad es que resulta curioso comprobar in situ, la simbología de los otrora mal vistos, masones.


También nos explicó el uso de estos túneles (de los que hay cientos de kilómetros más) durante la guerra civil, así como contarnos que antiguamente, eran hogar de piratas y contrabandistas. Hoy día no los necesitan, puesto que ahora ocupan los sillones del congreso y los ayuntamientos, a plena luz del sol.


Si queréis más información sobre este peda...o sea, sobre las catacumbas, el tipo tiene documentales en el Discovery Channel, Telecinco y no se dónde mas. Y por supuesto, podéis seguirlo en Facebook. Si lo hacéis, ya me contáis.
Y ya de paso, le decís que el chiste con la granada de mano de la guerra civil, ni puta gracia.


Al salir...una de las mayores alegrías de mi vida. Me encontré, de frente, con una amiga gaditana que hacía 16 años que no veía. Nada más y nada menos.
Tras un buen rato de abrazos y sonrisas, la vida parecía un poquito más feliz.



Después, continuamos el paseo por la zona más señorial de Cádiz, con las casas y edificios más elegantes, nos encontramos con una procesión en pleno mes de julio, y seguimos hacia el conocidísimo teatro Falla, donde tiene lugar el popular concurso de chirigotas y comparsas durante los famosísimos carnavales de la ciudad, y que cuenta con un peculiar sistema para mejorar la sonoridad del recinto, aprovechando el agua del mar por unos canales subterráneos.




Cádiz, lugar singular y con curiosidades como ésta, que merecen mucho la pena.


Con la puesta de sol que pudimos disfrutar en el parador nacional (tan caro como espectacular) se ponía fin a un día maravilloso, que hubiese sido más genial aún sin haber bebido tantos líquidos gélidos tan deprisa. Como os decía, me lo han contado.



En la próxima entrada, hablaremos de otros maravillosos lugares de la provincia de Cádiz. Ahora mismo, solo pienso en buscar un ratito, y tomarme un mojito en el Sajorami, el chiringuito de la playa de Zahora. Uy, perdón. Esto es "spoiler", jajajaja.


Estoy enamorado de A Coruña, lo sabéis. Pero creo que podría hacer un esfuerzo y vivir en Cádiz. Nunca me había sentido tan en casa estando de viaje como allí.


Nos leemos, amigos


P.D. Y caló. Musha caló! 

lunes, 16 de mayo de 2016

URBEX. ¿Qué? Eso...urbex.

Hola queridos lectores. Espero que no me hayáis echado mucho de menos. Yo, desde luego, si he echado de menos escribiros.Ojalá esta entrada tenga tan buena acogida como las últimas, y tengáis a bien interactuar tanto como lo habéis venido haciendo últimamente.

Aunque, eso sí, soy consciente de que el tema del que voy a hablar hoy, es, como mínimo, raro y controvertido. Y que, muy probablemente, ni siquiera hayáis oído hablar de ello.

El Urbex. ¿Qué? Ni idea, ¿eh?. Si os digo Urban Exploration, probablemente ya os de una pista más precisa de a que nos estamos refiriendo.

Pues bien, el Urbex (o turismo industrial), es un concepto que se está extendiendo con mucha rapidez y que tiene como base, la exploración de edificios o estructuras abandonadas, especialmente en lugares aislados y/o emblemáticos.



Muchos habréis oído hablar de la ciudad ucraniana de Pripyat, principal exponente del Urbex a nivel mundial. Esta ciudad, la más próxima a Chernobyl, fue abandonada de forma precipitada tras el accidente nuclear de la central, en 1986, y hoy día es una especie de Santo Grial de los exploradores urbanos.



El hecho de mantenerse tal cual fue abandonada hace ahora 30 años, le da un aire entre mágico y fantasmagórico que merece la pena explorar.
Obviamente, al encontrarse en la zona afectada por la radiación nuclear, la visita estará limitada a un período reducido de tiempo...y siempre acompañados de los clásicos "contadores Geiger", que miden la radiación.



Europa Central y del Este son lugares especialmente propicios para el Urbex, debido al gran número de edificios (e incluso ciudades) parcialmente destruidos o abandonados tras las revoluciones y guerras acontecidas durante el siglo XX.

Y es que el Urbex se basa principalmente en la exploración de estructuras construidas a partir de la revolución industrial (finales del siglo XIX), si bien cualquier tipo de edificación (iglesias, monasterios o antiguos hospitales), así como túneles de metro o búnkers son susceptibles de ser explorados.



Y diréis vosotros...muy bonito todo. Un poco de Wikipedia, y yo mismo me hubiese enterado de lo que es ésto. ¿Por qué nos hablas tú de Urbex?

Pues muy sencillo. Tomando un café con una amiga francesa, Fiona, de la que ya habéis oído hablar si recordáis la entrada de "A Coruña con otros ojos", me comentó que su hermano (que nombre tan bonito tiene su hermano Hugo, por cierto) le gustaba dedicarse a este hobby.
Recuerdo que me preguntó "¿Conoces el concepto de Urbex?" Y yo...¿Qué? ni idea.

Y un par de meses después, aquí estoy hablándoos de Urbex.

Fiona me dijo también que estaba buscando lugares para explorar por aquí, y que le había llamado la atención la antigua cárcel, situada en las inmediaciones de la Torre de Hércules, y no es para menos:

Edificio precioso, y con mucha historia entre sus paredes.

Desde aquí aprovecho para lanzar una petición al ayuntamiento, y es la de permitir la visita del interior de la antigua prisión provincial.
La exposición que se realizó allí hace unos años, y el éxito que conllevó, es la prueba plausible de que sería una iniciativa muy acertada para el turismo local.



El caso, es que tras ese café, me puse a investigar un poquillo sobre edificios emblemáticos abandonados que se encuentran cerca de A Coruña, y encontré dos que destacaban por encima de todos.

El Sanatorio de Cesuras, antiguo lugar de "recuperación" para tuberculosos, y en el cual se podría haber rodado perfectamente la segunda temporada de "American Horror Story", y las Casas Bailly, singular edificio situado en lo alto de una colina en "O Graxal", a muy pocos kilómetros del centro de A Coruña, en plena nacional VI.

Debido a que el Sanatorio se encuentra a muy poca distancia de Oza dos Ríos, lugar de nacimiento de mis padres, no fue difícil pensar en visitarlo, y, aunque todavía no he estado en el interior (para hacer urbex recomendaría ir siempre acompañado, igual que para hacer un paseo por el monte lejos de la civilización), la estructura del edificio es realmente impresionante, y su situación aislada, en medio de una enorme cantidad de árboles centenarios, hace que se le ponga a uno la piel de gallina.



Además, los pasillos de los hospitales modernos, especialmente de noche, no son el lugar más acogedor del mundo (os lo dice un enfermero)...así que imaginad como puede ser un sanatorio de tuberculosos abandonado en el medio de la nada...



Pero en cambio, la semana pasada...tras ponerme de acuerdo con Fiona (básicamente, si hay un asesino/fantasma/monstruo en el interior, se salva el más rápido), decidimos visitar las históricas Casas Bailly.

Llegar es sencillo. Se puede aparcar en cualquier zona del Temple, y con cruzar la pasarela sobre la nacional VI, ya estamos a los pies de la casa.

Cuando la ves pasando con el coche...mola mucho. Cuando ves que vas a entrar dentro...ya acojona un poco más.

Pero bueno, allá nos fuimos sendero arriba (esas hierbas más altas que una persona son el escondite perfecto para un asesino en serie), tomando fotografías, porque, amigos, hay que reconocer que es un lugar impresionante. Esas mansiones de los años 20, manteniendo su majestuosidad, pero de una manera decadente...tienen algo que sobrecoge.



Cuando estábamos a punto de entrar, Fiona me comenta que es su primera exploración de este tipo, así que no tenemos ni idea de lo que nos podemos encontrar, ni en lo que respecta a la casa en particular, ni al Urbex en general.



Yo me pregunto (e imagino que ella también) si me gustará, si querré hacer urbex en otros edificios o, directamente, si me moriré de miedo.
Que una cosa es ver American Horror Story, y otra ir explorando en 3D, jajajajaja.

Y en esto que llegamos a la entrada. Y entramos. Con un primer vistazo, pienso en mi cartilla de vacunación. Está completa, y hasta he puesto un "refuerzo" del Tétanos no hace mucho.

Estas casas, sufrieron dos importantes incendios, y pese a haber sido refugio de graffiteros y "sin-techo", lugar de botellones e incluso haber acogido rituales satánicos (el tablero de ouija y las velas así lo atestiguan), mantienen parte de su esplendor, y podemos apreciar los impresionantes azulejos, las grandes habitaciones y la decoración muy tipo "imperio romano".



Eso sí, encontrarse objetos tales como la ouija antes mencionada, y pasadizos estrechos a un sótano muy oscuro donde parece intuirse una pala, hacen recomendable no ser muy impresionable para visitar el interior (o para hacer Urbex en general).

Pero como el principal temor de mi amiga eran los ratones, y no había ratones, y el mío, como el de Astérix y los galos, que se caiga el cielo sobre mi cabeza, y no parecía que eso fuese a pasar...lo llevamos bastante bien.



Un pequeño detalle, principiantes del Urbex. Llevad una linterna. Los edificios abandonados tienen la mala costumbre de estar oscuros, y no pagar la factura de la luz...y vale que la linterna del móvil está bien para algunas cosas...pero no es una linterna de verdad.

Tras explorar durante una media hora, e imaginarme como sería vivir en una mansión de ese tipo, se acabó nuestra primera exploración.



No puedo hablar por Fiona, pero para mi, no se trató tanto de lo que vimos, o de lo que encontramos (aunque también), si no más bien acerca de la sensación de adentrarse en un pasado, ahora decadente. De la emoción de sentirse Indiana Jones o Nathan Drake por un día (y en plan cutre, jajajaja).
De la sensación de encontrarse un poco más a uno mismo haciendo cosas que uno nunca imaginaría hacer.



Lo que sí se que sentimos ambos al salir de la casa y volver a atravesar el sendero hacia la realidad, fueron las ganas de buscar un nuevo lugar que explorar. De repetir el "turismo industrial".



Nuestro primer Urbex "había molado"...y ya mirábamos con ganas el momento de encontrarnos otro de estos edificios olvidados...y que nosotros no olvidaríamos nunca.

De lo que no se olvidará Fiona seguro es del momento en el que descubrió que los cartones que tenía en la mano, eran los restos de un tablero de ouija. Solo espero que no haya tenido muchas pesadillas, jajajaja.



En resumen, experiencia recomendable, un hobby diferente, varias fotos espectaculares, y un lugar imperecedero en la memoria.

¿Quién se apunta para la próxima vez? ¿Conocéis más lugares de este tipo que merezcan una visita?

Espero, como siempre, vuestros comentarios y opiniones, amigos. Da gusto contar con lectores como vosotros.

miércoles, 27 de abril de 2016

Los Museos Científicos Coruñeses

Hoy es de esos días en los que quiero publicar. Os lo debo. Cada vez, me leéis más, participáis más, me comentáis más cosas, me criticáis, e incluso, como en la última entrada, hasta escribís.

Pero las musas están aprovechando el buen tiempo, y seguramente, estén revoloteando por ahí. No se que tema puedo tocar hoy. ¿De qué voy a hablar, si la mejor entrada que he puesto en año y pico de blog, la habéis escrito vosotros? jajajaja.

Pero no lo digo por celos, o por falsa modestia. Realmente, es mi publicación favorita hasta el momento. Y espero utilizarlo como un refuerzo positivo. Como para demostrar el nivel que puede (y debe) tener el blog.

Así que, aquí estoy. Juntando letras y palabras, a ver si sale algo decentillo. Y mientras escribo, he decidido que voy a hablar de los museos científicos coruñeses. Porque sí. Porque molan. Y porque ahora ya tengo algo que poner en el hueco que pone "Título de la entrada"



Como quizá sabréis, los museos científicos coruñeses son tres. La Casa de las Ciencias, que pasa por ser el más antiguo de todos ellos, la Domus, y la relativamente reciente Casa de los Peces, inaugurada en 1999.

Y los tres, cada uno a su manera, merecen mucho la pena. Vamos a detenernos un poquito en cada uno de ellos, que además, se hayan en tres lugares encantadores para pasear antes o después de la visita.

La Casa de las Ciencias, inaugurada en 1985 por el cazador de elef...esteeee, por los Reyes de España, fue el primer museo interactivo público inaugurado en nuestro país.



Se haya en el punto más alto del encantador Parque de Santa Margarita, pulmón del centro de la ciudad de A Coruña, y que tiene varios árboles centenarios, y diversos senderos por los que pasear.
No hay mejor lugar en un día de calor que este precioso parque, para alternar entre los ratos de sol, y la sombra que proporcionan sus enormes árboles.
Con áreas para jugar a la petanca, y a la tradicional "chave", mesas para hacer picnic, pistas deportivas de reciente creación, anfiteatro para espectáculos y una de las áreas caninas de A Coruña, para mi es un lujo vivir a 50 metros de esta zona verde.



Pero, como decíamos, en la explanada más elevada del parque se encuentra este museo de ya más de 30 años de antigüedad.

Con un precioso lema "Prohibido NO tocar", la Casa de las Ciencias pone a disposición de niños y adultos multitud de experiencias interactivas, siempre divertidas, y, en la mayor parte de los casos, también muy didácticas.

Lo fundamental, como habréis adivinado, es meter la mano. O la nariz. Mojarse con las pompas de jabón gigantes, sudar un poco con las poleas, o incluso marearte en alguno de los experimentos.

El edificio, consta de cinco áreas. En la planta baja se hayan el famoso péndulo de Foucault, que marca las horas gracias a la rotación terrestre, y el primer lugar de gran interés para los niños: la urna donde los pollitos están saliendo de los huevos.



Yo lanzo una pregunta al aire. Todos los días nacen tropecientos pollitos...¿a donde van cuando se apagan las luces? ¿Qué hacen con ellos? No es por preocuparos...pero quizá nos hayamos comido a alguno.

Continuamos hacia la primera planta, que consta de los experimentos sobre el mundo físico, y que es, probablemente, su área más divertida. Aquí nos pasaremos, mínimo, media hora, disfrutando de las diversas actividades. Y si vamos con niños, es que no hará falta ni dejarles el ipad. Aún hay cosas que son más entretenidas que la tecnología...



En la segunda planta tienen lugar las exposiciones temporales que casi siempre son muy interesantes.

Siempre recordaré una de hace bastantes años, con reptiles, que me enamoró y me "acojonó" a partes iguales.
Y es que era la primera vez que veía serpientes de cascabel, mambas, cobras indias o víboras del Gabón...pero en mi lógica preadolescente...pensé que no era seguro tener serpientes tan peligrosas metidas en el parque, no sea que se escapasen. Durante ese verano evité los lugares con muchos arbustos, jajajaja.



En la tercera planta podemos interactuar con los últimos avances tecnológicos...bueno, últimos, últimos tampoco. Pero relativamente recientes, si.

La estrella de la casa de las ciencias es el planetario, el cual hay que pagar aparte (siempre estamos hablando de precios muy razonables), pero que nos permite sentirnos en una nave espacial, observando la inmensa cúpula del edificio como si de un orbe celeste se tratase.



El precio de entrada a la casa de las ciencias es de 2 euros (1 euro para niños, estudiantes y jubilados), y el del planetario, otros 2 euros, con los mismos descuentos.

Realmente, merece muchísimo la pena.


Gobernando la bonita bahía coruñesa, enfrente del estadio de Riazor, encontramos la Domus, o Casa del Hombre, un original edificio con forma de ola y diseñado por el afamado Arata Isozaki.
La estructura, formada con bloques de pizarra tomados de diversas canteras de Galicia, es especialmente bella al atardecer, cuando los rayos anaranjados de sol inciden sobre su brillante superficie.
Además, el hecho de que linde con el paseo marítimo asegura una agradable caminata antes o después de visitarlo.



Es un museo tremendamente interesante, centrado, como su nombre indica, en el ser humano. Identidad genética, comparativas con otras especies, evolución, sentidos, sistemas circulatorios y respiratorios, y el vídeo del parto que lleva produciendo pesadillas a los niños coruñeses desde 1995, año de inauguración de la Domus.

Al igual que la Casa de las Ciencias, es un museo interactivo que ayuda a comprender estos procesos mediante actividades y juegos, pero quizá, los experimentos sean menos entretenidos que los que ofrece su "hermana mayor".
Además, pese a que cuenta con un espacio para eventos temporales, la exposición permanente se renueva menos que en la Casa de las Ciencias, con lo cual es, bajo mi punto de vista, menos "revisitable".



Aún así, si nunca habéis ido, la primera visita es enormemente satisfactoria.
Además, la sala Leonardo sita en el mismo edificio, ofrece cine en una pantalla HD 3D y emite proyecciones de índole científica muy interesantes.

El precio de entrada a la Domus es de 2 euros (1 a precio reducido) y a la sala de cine 4 euros (2 a precio reducido).


A tiro de piedra de la Casa del Hombre, se encuentra la joya de la corona de los museos coruñeses.
La Casa de los Peces. Importante no confundir con la Casa del Mar, que es el nombre que siempre se la ha dado al local de urgencias extrahospitalarias de la ciudad.
Tampoco con la Casa del Agua, complejo que incluye Spa gimnasio y piscinas.

Por ejemplo, se han dado casos de parejas que han ido a solicitar la píldora del día después a la Casa de los Peces (o a la del agua). En A Coruña somos así. Solo nos falta una Casa del Océano y una Casa de las Playas para completar el "cacao" definitivo.

Pero volvemos a la Casa de los Peces, a la que llamaremos por su nombre oficial, Aquarium Finisterrae, para evitar confusiones innecesarias. Tengo que decir que me encanta, y que para mi, debe ser un "must see" en toda regla, incluso para los visitantes ocasionales de la ciudad.
Situada a medio camino entre las playas y la Torre de Hércules, su localización es difícilmente mejorable.



No encontraremos demasiados peces tropicales en este museo (bueno, hay una pequeña sala donde si veremos a los hermanos de Nemo y Dori), pero si fauna marina autóctona de las costas gallegas.
Morenas, congrios, sepias, cangrejos, sardinas....

La sala superior, llamada Maremágnum y conectada directamente con el bravo mar coruñés, es el inicio perfecto para la ruta por la Casa de los Peces, y en ella encontraremos animales marinos propios de las zonas costeras atlánticas. 600 especies diferentes ocupan esta inmensa estancia.



Ver a algunas de ellas, especialmente las morenas y los congrios, os harán replantearos la idea de bañaros en las magníficas playas gallegas.

Continuaremos por la Sala Humboldt, dedicada principalmente a otros océanos, y lugar de exposiciones itinerantes que han ido variando a lo largo de los años, y entre las que se encuentran las de peces tropicales, las de pulpos y otros cefalópodos, la de caballitos de mar y la última que he visto, dedicada a especies marinas fundamentales para la farmacología y la curación de enfermedades.



Pero la estrella del museo, está bajando las escaleras. La sala Nautilus.

En esta enorme piscina circular, decorada como el gabinete del Capitán Nemo en 20.000 Leguas de Viaje Submarino, la inmortal obra de Jules Verne, y que contiene más de 4 millones de litros de agua, podemos encontrar varias de las especies atlánticas más habituales en aguas profundas.
Creo que no hay lugar más relajante en el mundo que esta sala (cuando hay pocos visitantes especialmente), y es una maravilla dejarse envolver por la música tenue y los cientos de peces que giran a nuestro alrededor en perfecta armonía.
Además, para un fan del escritor de Nantes como soy yo, observar todo desde "la silla del capitán Nemo", tiene una magia especial.
No hay sesión de baño y masaje que me relaje más que pasar un rato en "el Nautilus".



A nuestro alrededor, angelotes, caballas, doradas, besugos, peces rey o rayas giran y giran, nadando en calma con esa cara...esa cara inexpresiva que tienen los peces. Para que nos vamos a engañar. Los peces no son los animales más expresivos del mundo.

Pero...ah, amigos, cada cierto tiempo pasan ante nuestros ojos dos animales que no nos dejan indiferentes. Son las dos estrellas de este museo. El Axl Rose y el Slash del acuario. Los Bonnie and Clyde de la piscina.

Os hablo, claro está, de "Hermosa", una tiburón toro que lleva en este tanque desde su inauguración, y sobre todo, "Gastón", un enorme escualo de la misma especie que "Hermosa" pero el doble de grande, casi tres metros de largo y que suponemos, tendrá acento francés, pues fue trasladado a A Coruña desde el acuario de Brest, en Bretaña.



El haber vivido en aguas cálidas anteriormente, es lo que explica su enorme tamaño.

Es interesante enterarse de los horarios para alimentar a los tiburones, ya que siempre es un momento emocionante, aunque, entre la mayor afluencia de público, y la agitación que de pronto sacude las aguas, puede resultar algo menos relajante.

Pero toca continuar la visita, y de esta manera llegaremos a la terraza exterior, con dos piscinas bien diferenciadas, aunque ambas, reciben agua directamente del mar, como las de la sala Maremágnum.

En la inferior, los machos de foca común, y en la superior, las hembras.
No son leones marinos, como los típicos que vemos juguetear en los acuarios y delfinarios, si no auténticas focas atlánticas. No van a saltar ni a hacer números circenses, pero si las veremos nadar con gran agilidad, y nos mirarán con ojos curiosos.



El momento de su alimentación, en el que además aprenderemos cosas muy interesantes sobre estos preciosos mamíferos, debería ser otro de los puntos culminantes de nuestra visita a la Casa de los Peces.

El Octopus´ Garden, que contiene, obviamente, pulpos y cefalópodos de las costas gallegas, es la última sala de este coqueto y fantástico acuario marino.

Como dije más arriba, el Aquarium Finisterrae, debería ser visita obligada para todo turista que visite A Coruña, y mucho más, para los residentes en la ciudad.

La entrada cuesta 10 euros (4 a precio reducido), pero merece muchísimo la pena.

Ya para terminar esta entrada, no está de más reseñar que los horarios de todos los museos son muy similares. De 10 a 19 horas durante la semana, y de 11 a 19 horas los fines de semana y festivos, excepto en el acuario, donde la hora de cierre los sábados y domingos es a las 20h.

Hay también un tipo de entrada, a 12 euros, que da acceso una vez a cada museo (el ahorro no es enorme, la verdad) y un pase anual, llamado "Tarjeta Vente", que por 20 euros permite acceso ilimitado a los tres museos.
Muy recomendable si, como yo, queréis pasaros de vez en cuando a disfrutar de tan entretenidas exposiciones.

¿Cuánto hace que no visitáis estos museos? O peor aún...no habrá alguno que aún no habéis disfrutado, ¿verdad?

No esperéis a mañana. Esta tarde, puede ser un gran momento para ello.